Me dijo, con su pelo blanco y su cara de listo, 'ten cuidado con lo que deseas, porque todo lo que deseas se consigue'. Y entonces tendí a conformarme con poco, como autoconvenciéndome de que ese refrán tenía que ser cierto porque sí y punto. Me daba miedo, en cierto modo, llevarme otra desilusión y comprobar que eran solo palabras, así que empecé a tender a la simplicidad de pedir deseos idiotas a las estrellas fugaces. Porque en cuanto te alejas un poco de la realidad, parece que todos los ideales positivos u optimistas se rompen en mil putos pedazos. ¿Qué pasa, que unos deseos valen, y otros no? Digo, que para qué nos sirve la imaginación y las ganas de vivir a nosotros quienes tenemos ambas. Que yo antes de nacer, ya soñaba con la vida. Que tú después de hacerlo, sigues muerto.
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